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Ciudad Acuña, Coahuila, México | 25 de Abril del 2024

El Brujo de la Risa fatal

Por Ramiro Gómez Caldera Los primeros hombres creados y formados se llamaron el Brujo de la Risa Fatal, el Brujo de la Noche, el Descuidado y El Brujo Negro… Estaban dotados de inteligencia y consiguieron saber todo lo que hay en el mundo. Cuando miraban, veían al instante todo lo que estaba a su alrededor, y contemplaban sucesivamente el arco del cielo y el rostro redondo de la tierra (Entonces los Dioses Creadores dijeron): “Lo saben ya todo… ¿qué vamos a hacer con ellos? Que su vista alcance sólo a lo que está cerca de ellos, que sólo puedan ver una pequeña parte del rostro de la tierra ¿No son por su naturaleza simples criaturas producto de nuestras manos? ¿Tienen que ser también dioses? El Popol-Vuh, libro sagrado de los Mayas-Quiché

Dzidzantún, Yucatán. Chikchan. Tzec. El brujo fue convocado y le dijo a la madre qué es lo que tenía que hacer conforme al tonalamate (Tonalamatl):
– “Para conocer el nagual, la tona de un recién nacido, hay qué tirar las cenizas del fogón afuera de la casa y al día siguiente observar las huellas del animal que las pisó”– le dijo.
– “Otro modo, es llevar al niño a un lugar aislado del monte, dejarlo en el suelo, esconderse, y ver qué animal se le acerca”– agregó.
El brujo era muy poderoso, acostumbra tomar semillas de la virgen (Ipomoea violácea o bien Turbina corymbosa) para así descubrir la tona del recién nacido. También sabía que se determina la tona de un niño por el día en que nació. Y le dijo que una persona puede llegar a conocer su tona si en sus sueños aparece repetidamente un animal particular; solamente los curanderos y los brujos conocen su tona, esto también es una señal para saber que esta persona será curandero tradicional.
Él sabía que hay un destino compartido entre la persona y su tona (la bestia) que adquiere desde su nacimiento. El animal compañero y su contraparte humana comparten la misma alma.
También que cuando una persona viene al mundo, nace un animal en una montaña sagrada cercana. Cada linaje posee una montaña circundante compuesta de trece niveles. Mientras el individuo crece, madura y asume responsabilidades, su animal compañero va escalando los trece niveles de la montaña sagrada. No ignoraba que no todas las personas tienen la dicha de desarrollarse hasta que su tona llegue al nivel decimotercero, ese destino está reservado para la gente de mayor valor.
Sabía que las tonas que acompañan a las personas poderosas son el jaguar, el ocelote, el puma y el coyote, quienes cuidan de los otros animales habitantes de la montaña sagrada.
Y que en cambio, el tlacuache y el zorro son tonas de los hombres de menor valor.
Era conciente que las tonas de los brujos —llamadas kibal, selom e ik’al—, se dedican a atacar a los demás animales de la montaña sagrada; las primeras dos generalmente adoptan la forma de fieras sanguinarias como el tigre. Los ik’al asemejan a un negro cimarrón, y representan un peligro especial, ya que pueden convertirse en bolas de fuego que eclipsan a la Luna y al Sol.
Y que aquellas personas con poderes mágicos, cuyas tonas velan por las demás en la montaña sagrada, pueden castigar a quienes quebrantan la moral, de dos maneras: la primera consiste en expulsar a la tona del infractor de la montaña sagrada, exponiéndola a ser cazada por los seres humanos; la segunda es la trasformación del hombre poderoso en su tona, generalmente un felino feroz, para atacar así al infractor.
Sabía que su desprendimiento, posible ya sea durante el sueño, la embriaguez, el acto sexual o una intensa emoción, particularmente susto, llega a provocar enfermedades si se prolonga.
Y También que la tona es un animal (o animales), generalmente silvestre, que comparte el destino y el alma con una persona: si dicha persona se enferma o muere, lo mismo le sucederá al animal compañero y viceversa.
Conocía que en algunas regiones, las tonas se distinguen de los animales comunes y corrientes porque presentan cinco dedos en las patas. El destino compartido también puede existir entre una persona y un fenómeno atmosférico. Por lo general, la gente desconoce la identidad de su tona, con la excepción de los curanderos y los brujos.
Afirmaba que cada persona tiene cinco naguales que guardan una relación jerárquica entre sí; es decir, una de ellas influye en mayor grado en la vida de su contraparte humana, y las cuatro tonas restantes, son menos importancia.
Y que si alguna desgracia le sucede a la tona de menor importancia, la persona sufrirá una enfermedad leve. En cambio, el ser humano corre el riesgo de morir si algo le ocurre al animal de mayor jerarquía
Aunque la creencia más aceptada es la de una tona por persona; sin embargo, hay una variante de esta idea, reportada con menor frecuencia, donde cada individuo tiene tres alteridades.
No obstante estas diferencias en cuanto al número de tonas por individuo, en ambos grupos hay consenso al señalar que los hombres con poder, es decir los curanderos y los brujos, llegan a tener hasta trece animales compañeros, y en el caso particular de los chamulas, veintiséis
Observaba que los animales designados como tonas son generalmente silvestres, casi siempre mamíferos, aunque también pueden ser aves o reptiles.
Pero para los huaves, mixtecos y zapotecos de Oaxaca, la tona no necesariamente tiene que ser un animal, también puede adoptar la forma de fenómenos atmosféricos como rayos, truenos y vientos.
Similar creencia tienen los mames, tzeltales y tzotziles. Sin embargo, en estos tres últimos grupos, únicamente los brujos y curanderos disponen de tonas encarnadas por fenómenos meteorológicos.
Sabía perfectamente que los dueños de estas tonas pueden enfermar a la gente con solo verlos o matar a las personas con solo reír, son los brujos de la risa fatal.
Y que el destino de una persona está determinado por el día de su nacimiento o, en su defecto, por el día en que le dan un nombre y su tona.
La madre del niño le dijo al brujo que la noche que nació su hijo hubo una fuerte tormenta con muchos rayos, pero a la mañana siguiente entre el lodo estaban marcadas las huellas de un tigre que llegó hasta la puerta de su casa.
Y dudaba si su tona iba a ser el relámpago o el tigre.
El brujo se echó para atrás y salió a toda prisa de la vivienda de varas y techo de palma.
–“Este niño es el elegido” – pensó, antes de salir.
La madre del niño asombrada por que el brujo salió a toda prisa, lo persiguió para preguntarle:
– ¿Cuál será la tona del niño?– le alcanzó a gritar.
Y el brujo angustiado le contestó desde lejos:
– ¡Él es Haats’ cháak, el rayo, él será el Brujo de la risa Fatal!
Y cayó muerto al instante, como fulminado por un rayo.
El niño le había sonreído antes de que él pudiera salir de la casa.

Etiquetas: brujo, cuento, Literatura, México, Ramiro Gómez, Tlacaelel


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