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Ciudad Acuña, Coahuila, México | 29 de Marzo del 2024

Introducción del presidente Obama a la Estrategia de Seguridad Nacional

Describe amenazas y medidas contra desafíos

LA CASA BLANCA Washington Una y otra vez en la historia de nuestra nación, los estadounidenses se han puesto de pie para enfrentar, y dar forma, a los momentos de transición. Este debe ser uno de esos momentos. Vivimos en un momento de cambios radicales. El éxito de las naciones libres, los mercados abiertos y el progreso social de las recientes décadas ha acelerado la globalización en una escala sin precedentes. Esto ha abierto las puertas de la oportunidad en todo el mundo, ha ampliado la democracia a cientos de millones de personas y ha hecho posible la paz entre las principales potencias. Sin embargo la globalización también ha intensificado los peligros que enfrentamos, desde el terrorismo internacional y la propagación de tecnologías mortíferas, a los desórdenes económicos y el cambio climático.

Durante casi una década nuestra nación ha estado en guerra con una red de largo alcance, de violencia y odio. Incluso cuando terminamos una guerra en Iraq, nuestros militares han sido llamados a renovar nuestro enfoque en Afganistán, como parte del compromiso de trastornar, desmantelar y derrotar a al Qaida y sus afiliados. Esto es parte de un esfuerzo amplio, multinacional, que es correcto y justo, y nosotros seremos constantes en nuestro compromiso con la seguridad de nuestro pueblo, nuestros aliados y nuestros asociados. Es más, al enfrentar múltiples amenazas, de naciones, actores no estatales y estados fallidos, mantendremos la superioridad militar que ha asegurado a nuestro país, y ha apoyado la seguridad mundial, durante décadas.

Sin embargo, a medida que combatimos las guerras que tenemos al frente, debemos mirar al horizonte más allá de ellas, un mundo en que Estados Unidos sea más fuerte, más seguro y capaz de superar nuestros desafíos, a la vez atienda las aspiraciones de los pueblos de todo el mundo. Para llegar a eso debemos seguir una estrategia de renovación nacional y liderazgo mundial, una estrategia que reconstruya los fundamentos de la fuerza y la influencia estadounidenses.

Nuestra estrategia comienza con el reconocimiento de que nuestra fuerza e influencia en el exterior comienza con las pasos que demos en nuestro país. Ahora debemos hacer crecer nuestra economía y reducir nuestro déficit. Debemos educar a nuestros niños para competir en una era en la que el conocimiento es el capital, y el mercado es mundial. Debemos desarrollar energía limpia que pueda impulsar nuevas industrias, desatarnos del petróleo extranjero y preservar nuestro planeta. Debemos seguir en el camino de la ciencia y la investigación que favorezca los descubrimientos y revele las maravillas que aún no podemos ver hoy, como lo fueron hace un siglo la superficie lunar y el micro procesador. Sencillamente, debemos considerar la innovación estadounidense como el fundamento del poderío estadounidense.

Debemos construir e integrar también capacidades que avancen nuestros intereses y los intereses que compartimos con otros países y pueblos. Nuestras fuerzas armadas siempre serán la piedra fundamental de nuestra seguridad, pero eso debe complementarse. Nuestra seguridad depende también de diplomáticos puedan actuar en todo rincón del mundo, desde las grandes capitales a los lugares más peligrosos; de expertos en desarrollo que puedan fortalecer la gobernabilidad y apoyar la dignidad humana; y de la inteligencia y aplicación de la ley que puedan revelar los complots, reforzar los sistemas judiciales y trabajar sin obstáculos con otros países.

Las cargas de un siglo joven no pueden caer solamente sobre los hombros estadounidenses, indudablemente, nuestros adversarios quisieran ver que se afloje nuestro poderío al extender en gran medida nuestras fuerzas. En el pasado hemos tenido la visión de proceder con criterio y evitar actuar solos. Fuimos parte de la coalición más poderosa en tiempos de guerra en la historia humana, durante la Segunda Guerra Mundial, y logramos una comunidad de naciones e instituciones libres para resistir la Guerra Fría. Tenemos visión clara del desafío de movilizar la acción colectiva, y de las debilidades de nuestro sistema internacional. Pero Estados Unidos no ha tenido éxito sobrepasando las corrientes de la cooperación internacional. Hemos tenido éxito al orientar esas corrientes en dirección de la libertad y la justicia, para que las naciones prosperen, al cumplir con sus responsabilidades y enfrenten las consecuencias si no lo hacen.

Para hacer esto, seremos firmes en el fortalecimiento de aquellas viejas alianzas que nos han servido bien, al tiempo que las modernizamos para acometer los desafíos del nuevo siglo. A medida que la influencia se extiende a más países y capitales, construiremos nuevas y más profundas asociaciones en todas las regiones y fortaleceremos las normas e instituciones internacionales. Esta participación no es un fin en sí misma. El orden internacional que buscamos es aquél que pueda resolver los desafíos de nuestros tiempos: contrarrestar el extremismo violento y la insurgencia; detener la diseminación de armas nucleares y asegurar materiales nucleares; combatir el cambio climático y sostener el crecimiento mundial; ayudar a los países a alimentarse a sí mismos y a cuidar de sus enfermos; resolver y prevenir el conflicto; al tiempo que también se sanan las heridas.

En todo lo que hacemos, defenderemos y haremos avanzar los derechos básicos sobre los que fundó nuestro país, y que pueblos de toda raza y región han adoptado. Fomentamos estos valores al vivirlos, inclusive nuestro compromiso con el imperio de la ley. Fortaleceremos las normas internacionales que protegen estos derechos, y crearemos el espacio y el apoyo para aquellos que se resisten a la represión. Nuestro compromiso con la dignidad humana incluye el apoyo al desarrollo, que es la razón por la que luchamos contra la pobreza y la corrupción. Rechazamos la noción de que una seguridad y prosperidad duraderas se pueden lograr al alejarse de los derechos universales: la democracia no representa meramente a nuestros mejores ángeles, sino que se opone a la agresión y la injusticia, y nuestro apoyo a los derechos universales es fundamental para el liderazgo estadounidense y fuente de nuestra fortaleza en el mundo.

Como un país compuesto por gentes de todas las razas, regiones, credos y culturas, Estados Unidos continuará fomentando la paz entre gentes diferentes y creemos que la democracia y el facultar al individuo no tienen que producirse a expensas de las identidades que uno valore. Desde luego, ningún país debería estar en mejor posición para liderar en la era de la globalización que Estados Unidos, el país que ayudó a crear la misma, cuyas instituciones están diseñadas para preparar a los individuos para tener éxito en un mundo competitivo, y cuyo pueblo puede encontrar sus raíces en todos los países de la faz de la Tierra.

Como ciudadano, senador y presidente, siempre he creído que el activo más valioso de Estados Unidos es su pueblo – desde la fascinación que sentí cuando niño al ver una cápsula espacial dispararse en el Pacifico, pasando por la fuerza que obtuve de los trabajadores que reconstruían sus vidas en Illinois, hasta el respeto que siento por las generaciones de Estadounidenses que han servido a nuestro país y sirven hoy día. Esta es la razón por la que también creo que debemos impulsar incluso mayores conexiones entre estadounidenses y gentes de todo el mundo. Nuestra seguridad a largo plazo se producirá no por nuestra capacidad de amedrentar a otros pueblos sino por nuestra capacidad de hablarles a sus esperanzas. Y esa tarea se hará mejor mediante el poder de la decencia y la dignidad del pueblo estadounidense, de nuestras tropas y diplomáticos, pero también de nuestro sector privado, organizaciones no gubernamentales y ciudadanos, Todos tenemos una función que desempeñar.

Desde el nacimiento de nuestra libertad, Estados Unidos ha tenido fe en el futuro -la convicción de que a donde vamos es mejor de donde hemos estado, aunque la senda a seguir sea incierta. Para cumplir esta promesa, generaciones de estadounidenses han construido sobre los cimientos que pusieron nuestros fundadores: encontrando oportunidades, luchando contra la injusticia y forjando una Unión más perfecta. Hemos creado también redes de comercio, apoyado la arquitectura internacional de leyes e instituciones, y derramado sangre estadounidense en tierras extranjeras, no para crear un imperio, sino que para dar forma a un mundo en el que más individuos y países puedan determinar su propio destino y vivir con la paz y dignidad que se merecen.

En 2010, Estados Unidos sufre guerras y se inspira en el servicio de las mujeres y los hombres que luchan en ellas. Nos castiga una crisis económica devastadora y estamos decididos a ver que su legado sean nuevos cimientos para la prosperidad; y nos ceñimos por un credo que nos ha guiado en el país y ha servido de ejemplo para el mundo. La grandeza de Estados Unidos no es algo que esté asegurado; el lugar de cada generación en la historia es una pregunta sin respuesta. Sin embargo, aunque nos prueben los nuevos desafíos, la cuestión de nuestro futuro nadie la va a responder por nosotros, la responderemos nosotros. Y en un nuevo siglo cuya trayectoria es incierta, Estados Unidos está listo para ser el líder una vez más.

Barack Obama.

Etiquetas: desafios, estrategia, Obama, seguridad, USA