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Ciudad Acuña, Coahuila, México | 24 de Abril del 2024

El Presidente Felipe Calderón asistió al Foro Informal de Ministros de Relaciones Exteriores del G-20

Los Cabos, Baja California. En su discurso, explicó la agenda de México como Presidente del Grupo, misma que consta de cinco prioridades: recuperar la estabilidad económica y el crecimiento; fortalecer las instituciones financieras internacionales; mejorar los sistemas financieros, incluyendo medidas para ampliar la inclusión y educación financieras; impulsar la seguridad alimentaria y una estrategia de crecimiento verde.

A continuación las palabras del Primer Mandatario:

Muy buenos días. Distinguidos Ministros y Viceministros. Señoras y señores de los medios de comunicación. Amigas y amigos:

Un asunto, como dicen los abogados, de previo y especial pronunciamiento. El símbolo del G-20 que es, como ustedes pueden ver al centro, una pirámide, es una pirámide que, más o menos, identifica la Pirámide del Sol, en Teotihuacán, que fue construida en el año, en el primer siglo de nuestra era; es decir, en el año cero, más o menos, se empezó a construir.

Tiene una superficie que es, más o menos, de la misma superficie, en la base de la pirámide, de una de las pirámides de Egipto; y tiene, más o menos, cinco niveles. En la estilización tiene cinco niveles por cuatro lados, que representa los 20, o al Grupo de los 20, que está aquí integrado.

Tiene otros simbolismos que no entraré en detalle, pero me pareció importante compartirles esto.

Muy queridos amigos, bienvenidos a México, nuevamente.

Me da mucho gusto el darles la bienvenida, y en particular, aquí, a Los Cabos, con motivo de este foro informal de Ministros de Relaciones Exteriores del G-20, que busca privilegiar el diálogo abierto, franco y constructivo.

Como saben, México se convirtió en el primer país latinoamericano y en la segunda economía emergente, después de Corea, en ocupar la Presidencia del G-20.

Sin duda, esta alta distinción nos llena de orgullo, pero, también, de un gran sentido de responsabilidad, particularmente en un momento tan complejo, como el que vivimos.

Agradezco mucho a todos nuestros amigos del Grupo por su confianza, y quiero decirles que estamos decididos a que la reunión de Los Cabos sea todo un éxito.

Por eso, les pido a ustedes, en particular, sinceramente, el apoyo de todos y de cada uno.

Sé que la visión, la experiencia de los Secretarios de Estado, de los Ministros y Viceministros de Relaciones Exteriores, son claves para el éxito de nuestra próxima reunión, que abordará, entre otros, los desafíos económicos más importantes que haya visto la humanidad en mucho tiempo, dada la fragilidad que vive la economía global.

Las prioridades de México para esta reunión son cinco:

Uno. Recuperar la estabilidad económica y el crecimiento.

Dos. Fortalecer las instituciones financieras internacionales.

Tres. Mejorar los sistemas financieros, incluyendo medidas para ampliar la inclusión financiera.

Cuarto. La seguridad alimentaria.

Y quinto. El crecimiento verde.

Es evidente que el tema de la estabilización económica será un tema dominante y, sé también, que es el tema que está en la mente de la mayoría de los líderes del G-20, y no podía ser de otra forma.

En efecto. Hoy atravesamos por una de las peores crisis económicas de la historia moderna.

A pesar de estas difíciles circunstancias mundiales, la economía mexicana crece y genera empleos.

En 2011, nuestra economía creció casi 4 por ciento y se generaron cerca de 600 mil nuevos empleos netos, tan sólo en el sector formal, y otros muchos más en el sector informal.

En 2009, a pesar de ser el año más adverso en términos de crecimiento para nosotros, en plena crisis y recesión tomamos medidas para reducir nuestro déficit público y mantener nuestras finanzas públicas en orden.

El déficit de ahora es menor al 2.5 por ciento del PIB y nuestra deuda pública total representa tan sólo el 32 por ciento de nuestro Producto Interno Bruto.

Las reservas del Banco Central superan los 147 mil millones de dólares, sin contar con la disponibilidad adicional que tenemos en el Fondo Monetario Internacional, por 72 mil millones de dólares más.

Sin embargo, y lo sabemos bien, un manejo inadecuado de la actual situación de crisis a nivel global generará consecuencias adversas en todo el mundo y para todos.

Hoy, nuestro país, este México que los recibe, y los recibe con gusto, ha consolidado una economía estable, y en crecimiento. Pero debo decir, también, que lograrlo no ha sido fácil, y que hemos tenido que aprender de nuestros múltiples errores.

En América Latina, concretamente, hemos pasado recurrentemente por crisis derivadas de severos e incontenibles déficits públicos, cuya corrección ha implicado procesos penosos para la población.

Por lo mismo, hemos pasado por agudos problemas de deuda externa, que nos han llevado, en algunos casos, a verdaderas crisis de insolvencia, en las cuales fue necesario renegociar y reestructurar a fondo nuestra deuda. Fue el caso de la llamada década perdida, en los 80, en la crisis de deuda de América Latina. Eso ocurre, por ejemplo, ahora, en el caso de algunos países, como Grecia.

O bien, problemas que nos causaron severos problemas de liquidez y de confianza por parte de los mercados, como los que ahora afectan a grandes economías europeas, que cuando tienen que enfrentar tasas de interés altas, erosionan de tal manera sus finanzas, que las ponen en peligro. Es el caso, por ejemplo, ahora, de España o de Italia.

En todos los casos de América Latina, al menos en nuestra experiencia, se requirió un esfuerzo doble.

Por una parte, asumir de manera interna una responsabilidad política y económica, con los ajustes; y por otra, un firme, rápido y decidido apoyo internacional, sea en la forma de Bonos Brady, en los 80, para renegociar la deuda; sea en la forma de los llamados Firewalls de aquella época, en los 90, como fue el apoyo del Fondo Monetario Internacional o, debo decirlo, el soporte del Tesoro de los Estados Unidos.

Este último, por cierto, que no hubiera sido posible tenerlo sin el liderazgo del entonces Presidente Clinton, que tomó riesgos políticos internos para evitar una afectación internacional, derivada de nuestra propia crisis.

Más allá de los ajustes de esquema y de negociación, quizá la lección más importante es que hay que actuar con contundencia y con oportunidad para recuperar la estabilidad económica.

El diseño de las soluciones puede ser un problema de carácter de diseño técnico, pero la oportunidad y la contundencia es un asunto de liderazgo internacional, y eso es lo que el mundo está demandando en este momento.

En particular, es urgente tomar medidas firmes para recuperar la confianza de los mercados globales.

Nos dimos también cuenta que es fundamental distinguir entre problemas de liquidez; es decir, cuando un país tiene fundamentos sólidos, pero enfrenta un problema de liquidez temporal de recursos o problemas de insolvencia, cuando definitivamente ya ha perdido la capacidad de pago, y más vale reconocerlo así.

Esta lección es importante, a la luz de lo que está ocurriendo en Europa.

En los casos de insolvencia, hay que reconocer el problema y ajustar ya el tamaño de las deudas a su verdadero valor. La pérdida debe ser asumida, tanto por los países en los que incurrieron, y eso es lo que ya es dramático, desde luego, en sus sociedades, pero, también, por quienes otorgaron un crédito sin los fundamentos debidos.

Y, en todo caso, trátese de acreedores individuales, institucionales o bancarios, tienen que asumir esa pérdida, y ya corresponderá a los gobiernos tomar medidas internas para estabilizar, consecuentemente, su sistema financiero.

En los casos de liquidez, no de insolvencia, como puede ser el caso de economías tan grandes, como Italia y España, debe implementarse ya una estrategia efectiva de contención, la famosa barrera de fuego, el Firewall, para evitar que un problema de liquidez temporal se convierta en un problema de insolvencia.

En otras palabras. Economías que tienen el 100 por ciento de su PIB en deuda, o su deuda equivale al 100 por ciento de su PIB, pueden sostener deudas con tasas de interés de dos o de tres por ciento, pero no pueden sostener, permanentemente, enfrentar tasas de 7 u 8 por ciento.

De ahí, que la respuesta debe ser verdaderamente abrumadora en términos del respaldo internacional, abrumadora, overwhelming. Esa es la clave para recuperar credibilidad y confianza.

Y, además, es clave para convertir un círculo vicioso en círculo virtuoso.

Cuál es el círculo vicioso. La falta de credibilidad que lleva a desconfianza de los mercados, que lleva a tasas cada vez más altas, lo cual provoca menos credibilidad en la capacidad de pago y mayor desconfianza.

Cuál es el círculo virtuoso. Credibilidad en la capacidad de pago, que es lo que daría el Firewall, menores tasas de interés, mayor capacidad de pago de esas economías, mayor confianza y mayor inversión, incluso, en los bonos altos de esas economías.

La otra parte de la ecuación que habremos de analizar en el G-20, es el crecimiento económico. Esto es vital, porque los ajustes fiscales provocan impactos recesivos necesariamente, que son insostenibles en el mediano plazo, y que, incluso, hacen fracasar los propios ajustes fiscales, por paradójico que parezca.

En otras palabras. Una economía que no crece, es una economía que no puede pagar, ni puede reducir sus déficits.

Cómo podemos recuperar el crecimiento en un contexto en el que, además, las políticas fiscales y monetarias expansivas ya están mostrando claros signos de agotamiento y, además, de persistir en ellas, nos llevará, precisamente, a exacerbar los problemas de déficits que queremos corregir.

La respuesta es múltiple.

Primero. Las reformas estructurales que ajusten la competitividad de las economías. Una economía no competitiva es una economía no productiva, es una economía que no crece, en una economía global.

Segundo. Quizá la respuesta más importante de recuperación de crecimiento sin políticas expansivas, es el comercio. Yo creo que debemos abordar ahora este tema con mucha mayor profundidad que la que estamos acostumbrados en el G-20.

El comercio global es pieza estratégica del crecimiento económico, y lo será en esta segunda década del Siglo.

A qué me refiero.

Que más allá de la tradicional frase del documento del G-20, que dice: Concluyamos cuanto antes la Ronda de Doha, que lo hemos puesto hace unas 10 reuniones.

Hay que preguntarnos. Hay algo concreto, hay algo pragmático que podamos hacer para expandir el comercio aquí y ahora, con las restricciones políticas que todos tenemos.

Vinculado a ese punto, está obviamente el tema de los desequilibrios financieros, los imbalances. Tenemos que encontrar la forma en que economías grandes y poderosas, con fuertes superávits de cuenta corriente y balanza comercial, puedan fortalecer y expandir su mercado interno. Con ello, pueden hacer crecer sus propias economías, pero, también, pueden hacer crecer la economía mundial.

Otra variable muy importante para el crecimiento es la infraestructura. Renovarla en los países desarrollados, pero, sobre todo, hacerla en los países en desarrollo, donde hay enormes oportunidades de crecimiento y de negocio.

Y tenemos una paradoja, que jugará ahora a nuestro favor en este contexto. La paradoja es que hay una gran cantidad de dinero privado disponible en el mundo; dinero privado en fondos de pensiones, en fondos soberanos, en fondos de seguros y otros, que si logramos articularlo en los adecuados mecanismos financieros, nos darán grandes oportunidades de crecimiento.

En materia de infraestructura, la clave es hacer el match entre pasivos de largo plazo, como son las obligaciones de pensiones, con activos de largo plazo, como son las inversiones en infraestructura en economías en desarrollo. Eso también es crecimiento sin políticas expansivas.

Dos, el segundo punto. Para intervenir adecuadamente en la renegociación de deudas, en la construcción de barreras de fuego eficaces; es decir, para resolver la crisis actual y para evitar otras crisis similares en el futuro, necesitamos rediseñar y fortalecer las instituciones financieras internacionales.

En particular, y entre otras, el Fondo Monetario Internacional, todos los mecanismos de apoyo europeo que ahora se están diseñando, de apoyo financiero, así como los Bancos de Desarrollo Regional.

Hay que recordar que estas instituciones, en particular, las de Bretton Woods, nacieron en una economía de postguerra. Necesitamos rediseñar estas instituciones para una economía global de postcrisis.

El Fondo, por ejemplo, en su rol de prestamista de último recurso, de última instancia, o puede asumir un rol de prestamista de última instancia, no sólo para corregir problemas de balanza de pagos, como es su diseño original, sino, precisamente, para articular soportes financieros masivos en problemas de liquidez.

Debe adoptar una estrategia, entonces, que le asegure colectar recursos financieros de todo el mundo. Países desarrollados y países en desarrollo; nosotros estamos dispuestos, también, a contribuir en ello, de modo que su acción sea oportuna y sea eficaz cuando se requiera.

La tercera prioridad de México, como he dicho, es fortalecer los sistemas financieros. No podemos ocultar que una buena parte de esta crisis se originó por decisiones equivocadas y por la incursión desmedida, abusiva, en riesgos, por parte de entidades financieras, públicas y privadas.

No podemos permitir que la irresponsabilidad de unos cuantos genere costos tan elevados para millones o miles de millones de personas ahora. Hay que mejorar la regulación, sin exacerbarla, sin que la regulación eleve los costos financieros de las entidades y de los países.

Y aquí, la labor de ustedes será clave para que los acuerdos del G-20 se traduzcan en medidas efectivas que nos permitan tener, a final de cuentas, mercados financieros más eficientes, y reducir los riesgos de una nueva crisis financiera global.

Nosotros tuvimos que aprender a hacerlo, después de que una crisis financiera y bancaria nos costó casi 17 por ciento de nuestro PIB. Sin embargo, ahora, nuestros bancos, una década y media después, tienen el doble de la tasa de capitalización de lo que está recomendado en los Acuerdos de Basilea; es decir, ahora los bancos aquí son parte de la solución, y no del problema.

Por otra parte, en México estamos convencidos de que más personas deben tener acceso a los servicios financieros, particularmente los más pobres. Por eso, insistiremos en el G-20 en el tema de la inclusión y la educación financiera.

En particular, esto es decisivo para impulsar el financiamiento de pequeñas y medianas empresas y, particularmente, insisto, las microempresas personales.

El crecimiento de las empresas personales y las pequeñas y medianas empresas, contribuye al crecimiento económico con equidad. Y crecimiento económico con equidad es, exactamente, lo que todos necesitamos en estos momentos.

Una cuarta prioridad es mitigar la volatilidad de los precios de los alimentos y garantizar la seguridad alimentaria para los más pobres.

Consideren este cálculo. La gente más pobre en el mundo, calculemos los mil millones de seres humanos más pobres, destina la mitad de su ingreso a la compra de alimentos, y el precio de los alimentos se ha incrementado más del doble en la última década.

Me preocupa que aún no haya cifras de este impacto de la pobreza en el mundo, no están actualizadas.

Pero, estoy seguro que el aumento de los precios de los alimentos ha incrementado dramáticamente la pobreza en todo el mundo; y que ese aumento del precio de los alimentos está atrás, no sólo de las escenas de hambruna en el Cuerno de África, que, quizá, muchos hubiéramos considerado ya inimaginables de verlas en la segunda década del Siglo XXI, sino, también, quizá, está atrás de las turbulencias sociales y políticas en el Norte de África, en el Medio Oriente y en muchas otras partes del mundo.

Las economías del G-20 tenemos que abordar el problema de seguridad alimentaria por elementales razones humanitarias.

Pero no sólo eso. Paradójicamente, si nuestra prioridad es generar crecimiento sin políticas expansivas o minimizando las políticas monetarias expansivas hay una gran oportunidad para el crecimiento económico si es que sabemos canalizar nuestros esfuerzos para aumentar la productividad agrícola; es decir, para generar una segunda revolución verde en el mundo, que es, además, altamente rentable en términos económicos; es, además, negocio para quien invierte.

Por qué.

Por los altos precios de los alimentos, precisamente. Véase el caso de la clave de crecimiento económico en algunos países amigos y exitosos en América del Sur: Argentina o Brasil.

Una buena parte de su sólido crecimiento en estos años se explica, también, precisamente, porque son economías exportadoras de alimentos en el mundo.

Y, finalmente, el quinto punto es. Alcanzar el auténtico desarrollo implica impulsar una estrategia de crecimiento verde.

El cambio climático es un grave desafío para la humanidad. Ya estamos pagando sus consecuencias. Hoy, en México se está viviendo la peor sequía que se tenga registro.

Según los registros del Estado de Texas, en Estados Unidos, que también la vive, ha sido la peor sequía en 180 años. Y eso que no hay registros para más atrás. El cambio climático hoy, produce muerte a través de inundaciones, lo mismo aquí, en México, en Tabasco, o en Paquistán, que sequías, o que incendios forestales. Produce hambre por falta de alimentos.

Hoy, ya pagamos el cambio climático y lo vamos a pagar mucho más en el futuro. De ahí, la importancia de pagar hoy, también, la manera de mitigarlo y de adaptarnos a ello.

Sé también, por otra parte, que estos temas son materia de un largo debate. Y que eso, precisamente, ha enfrascado y quizá detenido el avance de una materia tan importante.

Yo no quisiera, y creo que no debemos permitir que la gravedad de la coyuntura económica que vivimos en el corto plazo nos impida, como líderes del mundo, abordar los graves problemas y desafíos de largo plazo, como es éste.

Dicho eso, déjenme quizá abordarlo, entonces, desde otra perspectiva, que puede ser menos controversial. Existe una enorme, enorme oportunidad, otra vez, de crecimiento económico en la energía renovable.

Pero qué puede ser eso diferente de lo que había hace dos años, por ejemplo, en las discusiones del G-20.

Yo creo que hay tres factores, por lo menos, que hacen este tema diferente.

Primero. El precio de los energéticos. El precio de los energéticos, que nuevamente escaló un punto crítico, que obliga y abre espacio para incentivos económicos de energía renovable.

Segundo. La muy lamentable crisis en el tema de energía nuclear, derivada después del terrible desastre del hermano pueblo de Japón.

Y tercero. Otra vez, la enorme disponibilidad de capital ávido de inversiones rentables, que ante las bajas tasas de interés que se registran lo mismo en Estados Unidos, que en Japón, o que en Europa, está ávido, insisto, de colocar recursos en proyectos rentables.

Los proyectos de economía verde son, en una buena cantidad, proyectos de valor presente neto positivo, en términos económicos; es decir, son proyectos rentables en el largo plazo. Son negocio.

Y esa gran cantidad de dinero, se puede colocar en proyectos de crecimiento verde, precisamente, por esa razón. Y la clave, será, entonces, otra vez, articular de manera pragmática mecanismos financieros que hagan posible colocar esa gran cantidad de recursos en activos de energía renovable y crecimiento verde.

Quizá lo que debemos hacer aquí, en Los Cabos, es enfatizar más la palabra: Crecimiento, y minimizar un poco la palabra: Verde, para que nadie se asuste con los temas ambientales, independientemente de quienes estamos absolutamente convencidos de que el G-20 debe tomar el tema ambiental en sus manos. Seguiremos insistiendo en ese tema.

Además, hay claros beneficios económicos y sociales, si adoptamos el desarrollo sustentable, como causa global, porque los beneficios sociales y económicos superarán, con mucho, los costos que habremos de pagar si actuamos irresponsablemente en este tema en el largo plazo.

Por eso, hay que reforzar la cooperación internacional y construir sobre lo mucho que logramos, tanto en la COP-16, en Cancún, como en la COP-17, en Durban.

Estos son los temas, señores, que México buscará impulsar en la Presidencia del Grupo.

Les reitero nuestro compromiso, además, por impulsar diálogos con naciones que no son del G-20, con países no miembros, con organizaciones internacionales, con empresarios, con sindicatos, con instituciones académicas y con la sociedad.

Con el apoyo de ustedes, me refiero, desde luego, a mis colegas Presidentes y Primeros Ministros del G-20, pero también, hoy, y específicamente, a ustedes, con el apoyo de ustedes, Secretarios, Ministros de Relaciones Exteriores y de Estado, vamos a hacer del G-20 un foro exitoso, un foro abierto, incluyente y que sea un puente de diálogo en un mundo que lo necesita.

Amigas y amigos:

El G-20 es el foro más efectivo y el de mayor liderazgo para atender problemas globales urgentes, más allá de los meramente económicos. Pero aún en los económicos tenemos respuestas a lo que estamos buscando.

Sí es posible resolver la crisis coyuntural, la crisis de finanzas públicas que el mundo vive hoy, la crisis financiera y, al mismo, tiempo estimular el crecimiento, si sabemos acertar en decisiones que tengan que ver con el comercio, con la infraestructura, con la inclusión financiera, con el crecimiento verde, con la desregulación y con los cambios estructurales que eleven la competitividad de nuestras economías.

Hagamos de esta reunión de Los Cabos, la que viene en junio, una del G-20 que defina con éxito los trazos fundamentales para el futuro, que es, a final de cuentas, nuestro destino común.

Muchas gracias.

Y muy bienvenidos a México.

Etiquetas: Calderón, G 20, Los Cabos, México, ministros


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